La (des)inspirada vida de Franz y la cantina que lo sacó del abismo.

Tal afición es la que lleva al desmotivado a pasar sus noches en la cantina del pueblo. Asiste cada tarde del año y pide lo de siempre. A veces, en sus peores días, se sienta en la barra y le comenta al cantinero sobre sus problemas de inspiración. En los mejores, pide un café, encuentra espacio en la mente de algún nuevo personaje y se acomoda junto a la ventana, dejando que el compás de sus palabras se libere.

Aquella tarde, Helmut comprendió instantáneamente que el escritor necesitaba un buen café para permanecer toda la noche en pie. Si bien Franz se acercó a la barra, fue sólo para saludar al cantinero y esperar que éste adivinara su pedido.

Y es que aquel asiento junto a la ventana siempre estaba vacío, como esperando que Franz se sentara ahí e inventase alguna historia. En cuanto se sentó, sacó su libreta del bolso que acarreaba a todas partes, y comenzó a escribir. Esta vez la trama se desarrollaba en un país lejano que, realmente, aún no localizaba.

El café llegó a la mesa de Franz unos minutos después, junto con unos comentarios de Helmut sobre un tipo que no sabía hacer nada más que ocupar el teléfono de la taberna para llamar a su esposa que había viajado a Francia hace un par de meses en búsqueda de trabajo. “Un caso perdido”-anunció antes de marcharse.


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Yeah, algo así como un cuento, que aún no termino ni pienso terminar hoy :B
Por lo menos, me alegra muchísimo el hecho de que me vuelvan a gustar las cosas que escribo es reconfortante. En fin, no hay mucho que decir esta vez.
Nanda. (:
AAAAAH! Por cierto, estoy harta del nombre de mi blog. Encontraré un nombre decente y lo cambiaré.