Melodía.

Solía recordar cada día de su vida con un color, una tonalidad, una gama, un matiz.
Gris.
Aquella fría mañana invernal había comenzado sin relojes ni apuros como de costumbre. El aroma de las rojas flores en su velador junto a la cama impregnó de cálidas emociones su rápido despertar. Abrió los ojos con una añoranza entre ellos, abrazó la almohada que la noche anterior la había cobijado en su soledad; cuando las notas del piano seguían sonado para ella. Sólo para ella.
Recordaba el viento chocando contra los árboles, diseminando las hojas otoñales.
Algo le hacía pensar que afuera ya era Invierno.
Junto a las flores se encontraba una antigua caja musical, que también servía como un hermoso joyero. Era de madera rojiza, con una pequeña ilustración, delicadamente pintada. Parecía una reliquia. Había sido un regalo. Cerró los ojos.
Recordaba su reacción.
- ¿Te gusta?
Giró la perilla y comenzó a sonar la melancólica melodía, lenta, emotiva. Cada una de las palabras nevaba, conforme el compás de la canción, las preguntas, las miradas. Giraban como un carrusel alrededor de su mente, le acechaban lenta pero acogedoramente, no querían hacerle daño.
La velocidad de la canción se apaciguaba sutilmente. Y de pronto, no habían sonidos.
La imagen del regalo envuelto se había desvanecido; la epifanía momentánea que el efímero recuerdo que había llegado a su alma era ahora parte de lo que sentía.
Se levantó, a un lado estaban sus zapatos y un largo abrigo que le serviría para caminar entre la niebla sin sentir tanto frío. Se peinó frente al espejo, sin querer cambiar las ondulaciones de su castaño cabello.
Tenía ojos pardos, increíblemente opacos aquella mañana.
Se colocó una bufanda alrededor de su cuello.
Sphinx, su gato, dormía aún. No quiso despertarle, por lo que caminó lentamente, evitando hacer el más mínimo ruido o sonido.
Afuera el ambiente no era diferente. Había mucha nieve, los edificios se habían tornado del color de ésta. Buscó su rostro entre la multitud, por las esquinas, detrás de las fuentes.
Suspiró, abrazando sus chaqueta, intentando escuchar esa melodía, una vez más…

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De conocimiento mundial es, que rara vez me siento totalmente "conforme" con algo de lo que escribo.
Esta vez me gustó. Conformidad no es una palabra que me guste. Espero que entiendan lo que digo. Y si no, lo siento, no sabría explicarlo.
En fin, amigos lectores, les agradezco muchísimo el hecho de leer -valga la redundancia- fin.


¡Wow! Acabo de hacer la correción ortográfica, y el único 'error' es el nombre del gato. ¡Felicidades, Nandiú!